Esto ya se hizo

Imagen de Ian Wakefield en Pixabay

Escribo poco últimamente. No creo que sea una gran pérdida. No sé si recordáis aquel capítulo de los Simpson cuando Homer y sus amigotes imitaban a los Beatles y se subían a tocar a una azotea. Pasaba George Harrison en un coche, se paraba, se asomaba, decía «Esto ya se hizo» y seguía camino. Hoy, todo escritor con algo de sangre en las venas será un George Harrison. Y es que todo se hizo ya. Los pedantes dicen, pacientes y cariñosamente despectivos, que no, hombre, que no es el qué, es el cómo. El enfoque y esas cosas. La realidad es que todos los enfoques están usados. Porque cambias sexos, colores, la «binariez» de los personajes, qué se yo. Pero al final ya se hizo. Los que las hacen creen que no, algunas veces. Pero se hizo.

Sospecho que las historias, en papel o en ebook o en celuloide digital, acabarán siendo como esas películas que hacía Warhol sobre un fulano comiendo una seta durante una hora o dos, o como lo que hace Chantal Akerman, me parece que es, que en media hora sólo se ve a una señora haciendo las tareas domésticas y dándose un baño. ¿Veis? Eso también se hizo.

Pero sí, serán así, poco más o menos. Uno lee Contos da néboa, de Fole, por poner un ejemplo nada distinguido, y casi no encuentra nada muy digno de atención; se queda con detalles como que al personaje, al poco rato, «ya le sobraba el abrigo». Como a mí hoy, que por la mañana notaba el frío de nieve y toda la ropa se me hacía poca y por la tarde llevaba la bufanda doblada debajo de la cazadora y los costados sudados. Y eso tiene su importancia, porque todos sabemos que una incomodidad física te puede arruinar un día, y tal como está el mundo, eso es siempre una pérdida irreparable. Son tonterías que mañana serán historias.

Será la evolución del arte: si antes nos mirábamos el ombligo, ahora podremos seguir mirándonoslo, pero con una lente de aumento de tecnología punta.

Seguro que esto ya se escribió antes, hace días o hace décadas. Puedo decir como aquel Rey al que pillaron con las manos en la sangre de un oso borracho y demasiados elefantes inocentes: «Lo siento, no volverá a ocurrir». Inútil. Ocurrirá, George.

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