Dar gracias a Dios

Imagen de Marco en Pixabay

Estamos en la semana en la que los muy creyentes claman al cielo literalmente, porque llueve sobre sus santos pesados como carros de combate. Es un atavismo, evidentemente. La devoción religiosa dejó de tener sentido cuando se inventó la agricultura intensiva moderna y la medicina posibilitó que la humanidad durase lo bastante para devorar el planeta a fuerza de vestirse de Shein y estrenar móvil cada año y llegar de Coruña a Londres en una hora larga. Ese día los dioses murieron como mueren en la cultura popular de las series netflixeras: cuando se dejó de creer en ellos porque ya no eran imprescindibles.

Y, sin embargo, persiste el fervor en la fe en Dios como persiste la costumbre prehistórica de la socialización mediante la fiesta, entonces en torno a una hoguera la víspera de salir de caza, hoy en los locales nocturnos, a ver si se le puede dar uso a una funda de látex. No tiene sentido pero se hace igual.

En vez de enfadarse con Dios por mandar lluvia, con más fervor debieran darle las gracias. Eso no lo dice ninguna de las muchas versiones de la Biblia, sino el estudio de la evolución del clima a lo largo del tiempo. Dios está mandando lo que va a faltar. La vida no la da ninguna Virgen, sino lo que cae de las nubes.

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